Sean
bienvenidos a conocer el infierno.
Sean
bienvenidos a conocer el infierno; donde sumergido en la impotencia, ves tu
propio vida derrumbarse ante tus ojos, una y otra vez.
Donde
tu felicidad implica la tristeza de quien más amas.
Donde
al ver a la muerte sentarse junto a tu
padre, el miedo se opaca frente al consuelo, el anhelo de libertad, y la culpa
que viene con ellos.
Donde
la gente que más te agrada como el tabaco lentamente te mata, como el tabaco te
abraza, como el tabaco te lastima, como el tabaco te dice y recuerda que solo
sufriendo lo podes dejar.
Donde
el tercer llanto del día no parece demasiado, porque ya es rutina. En la calle,
en el colectivo, en un baño, en la soledad, frente a todos, ante nadie.
Donde
mentirse a uno mismo ya no surte efecto y mentirle a los demás ya no se puede
aguantar.
Donde
el ser y el pertenecer parecen incompatibles, logrando que el mundo y tu alma
ya no toleren mirarse a los ojos sin desesperar.
Donde
sentís que la locura a cada instante te llama pero egoístamente no te quiere
llevar.
Donde
al ver que la vida es solo un reloj, al igual que la muerte pierden sentido y
al fin te ves flotando en el vacío; solo, triste, y sin Dios.
Donde
las únicas palabras que tu boca necesita pronunciar, se traban y acumulan en tu
garganta; sin saber cuantas más soportara.
Donde
otros seres del silencio al encontrar tu mirada te recuerdan que este infierno
es mucho más, y como tu propio reflejo en el cristal gritan sin voz.
Donde
nunca sos por completo, y hasta más cercano a la nada te parece estar.
Cuasi-vivo es peor que muerto, por eso el infierno es callar.
Pasen
y echen un vistazo, que la puerta de salida burlonamente siempre a tu lado
esta.
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