(Tributo a Lewis Carroll)
CAPITULO I
El hallazgo del mamífero
azul.
En aquel tiempo toda
esta ciudad era un gran y único campo de Buenos Aires, y era en este donde
vivía Don Juan Solotoi. Gracias a una importante herencia recibida de su
familia europea, había podido hacerse propietario de tan extenso terreno. Seria
generoso decir que explotaba todas sus tierras al máximo; su ganado no pasaba
las 10 cabezas y los cultivos no eran muchos, como tampoco lo era el terreno
destinado a ellos. Quizás esto se debía a su escaso conocimiento del oficio,
aunque su pinta reflejaba la de un gaucho de estampa; pero lo más seguro era
que no le importaba lo más mínimo ya que podía vivir cómodamente sin mover un
solo dedo, y además de ello, era un hombre de pocas ambiciones. El vivía solo y
así el lo prefería, disfrutaba como ningún otro de su propia compañía.
En verdad era un buen
hombre y todos sus peones lo querían, sin embargo en los pueblos más cercanos
había quienes lo consideran un “parásito antisocial”(los más refinados), o un
“vago atorrante”(los menos refinados).
De vez en cuando Don Juan
salía de su pequeña pero acogedora casa para recorrer los campos, y podía pasar
el día entero antes de volver a ella empujado por la noche. Caminaba bajo las
frescas sombras de los eucaliptos del bosque, bordeaba el rió, o simplemente se
sentaba a observar como descendía lentamente el sol para esconderse detrás del
tan lejano horizonte.
Fue en uno de estos
relajantes paseos cuando divisó al mamífero azul. Según sus palabras era un
ejemplar único, un animal como ningún otro; o por lo menos como ningún otro de
los que el conocía. Lo vio cuando este estaba e el trabajo arduo de abrir un
fruto con sus patas delanteras, con sus ojos azules, como el cielo,
concentrados en su tarea. Pero cuando Don Juan hizo un no muy brusco
movimiento sus miradas se encontraron, y
luego rápidamente el azul pelaje se fue mezclando entre los pastos hasta
desaparecer.
Lo primero que hizo
al llegar a la casa fue entrar a su biblioteca y buscar los gordos tomos de la
enciclopedia animal que había traído de su último viaje a Europa, en donde
había animales de todo el mundo, y revisar atentamente sus páginas; sin
embardo, después de largas horas, no encontró siquiera algo que se le asemejara.
No sin antes pensar
en lo ridículo que esto era, agarro luego los enormes tomos de la enciclopedia
vegetal; pero obtuvo exactamente los mismos resultados.
Al caer la noche, se
desveló consultando con la almohada como entender lo que le había ocurrido,
pero como esta no le contestaba, se quedó dormido. Al día siguiente, una gran
idea entro para quedarse en su cabeza. Se sentó e su escritorio y comenzó a
escribir, luego llamo a su criado y le entrego un sobre serrado y un papel con
ciertas indicaciones que este tendría que seguir. Este al instante partió para
el pueblo más cercano, no sin antes, derrotado por su curiosidad, abrir el
sobre y leer:
“se necesitan los servicios de un
hombre
con experiencia en caza de animales
silvestres. Por favor presentarse el día
6 del corriente en la estancia de Don
Juan solotoi en horas de la mañana.”
En pocos días se
corrió la voz en todo el pueblo, todo el país, todo el mundo; con la impresión
de ser algo muy importante.
CAPITULO II
Todos quieren al mamífero
azul.
Era muy temprano en
la mañana cuando aquel hombre subió los
escalones hasta entrar en la galería frontal de la casa. Antes de golpear a la
puerta, notó que un hombre aguardaba sentado a un costado, sobre lo que parecía
ser una silla muy cómoda; luego comenzó a hablarle:
- Buenos días soy Jorge seguro, vengo
a……..-
- ¿acaso no te enseñaron a tocar a la
puerta?-le interrumpió el otro sin levantarse de su asiento.
- Disculpe iba a hacerlo cuando lo vi
sentado aquí afuera y pensé….-
-pues pensó mal; ¡que falta de respeto!,
no puedo ni mirarlo a la cara-siguió quejándose.
En recién llegado
tratando de evitar aquella discusión tan absurda, fue y toco a la puerta.
-¿quien es?-
-buenos días, busco a Don Juan Solotoi.-
-
pues ya somos dos.-
- somos tres- dijo un tercero que se
acerca al lugar- soy Franco Kisa; ¿ustedes también vienen por el aviso?-
-Asi es- contestó Jorge- y lamento
decepcionarlos pero seré yo quien ocupe el puesto, soy el sujeto indicado para
ello; conozco todas las técnicas de caza conocidas asta el momento, y como si
fuera poco tengo ojos de águila.-
- Pues yo tengo la astucia de un zorro-
contesto Franco.
-Y yo tengo patas de gallo- dijo el aun
sin nombre.
- ¿y el señor es?-
-así es-
-¿así es que?-
-soy-
-¿quien es?-
- ¡el señor!-
- me refiero a su nombre.-finalizó
Franco con enojo.
- Haaa!, soy Santiago Lost a su
servicio.
En ese instante se
asomo la cabeza de Don Juan por la ventanita de la puerta de entrada, y luego
se abrió para hacer pasar a los invitados.
- Buenos días señores, permitan que me
presente, soy Don Juan Solotoi; por favor pasen y pónganse cómodos.
Ellos entraron y se
acomodaron en el living .Cuando el anfitrión estaba ya serrando la puerta, algo
la trabó.
-
Aguarde- dijo un hombre desde
afuera- disculpe la demora, soy Lucas; Lucas guarecer. ¿aun estoy a tiempo?-
-
Desde luego, pase, pase. Apenas
estamos comenzando.
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Se podía ver con
facilidad que todos ellos era sin duda muy inteligentes, a excepción de Lost;
quizás detrás de su locura se
encontraba la mente
más brillante. Solo un rostro daba la impresión
de ser de un ser
audaz el de jorge Seguro. De Franco lo que se veía a primera impresión era su
penetrante mirada que paresia atravesar universos.
El cuarto era
Guorever, el más misterioso de todos ellos;
Era imposible imaginar que clase de hombre era. Quizás la incógnita era
asta para sí mismo.
Una vez que los
presentes se sentaron y acomodaron en el gran living de la casa, Don Juan
comenzó a hablar:
-
como sabrán, necesito de un
experto en caza de animales silvestres; y el motivo de esta convocatoria es
obvio. Hace unos días estaba recorriendo mis propiedades cuando me encontré con
un misterioso animal, y se que suena raro, pero no he podido dormir desde aquel
entonces; a crecido en mi una especie de obsesión. Ofrezco una gran recompensa
a
Quien
lo traiga con vida. Lo único que puedo agregar es que se trata aparentemente de
un mamífero; Un mamífero azul.-
CAPITULO III
Cómo atrapar a un mamífero
azul.
La confianza en sí
mismo que mostraba Seguro era mucho mayor que
los demás hombres convocados, para atrapar al extraño animal. El decía
tener las mejores armas para hacerlo; armas que
nunca antes habían fallado y que por lo tanto ahora lo harían. Estas
eran su gran esperanza, tanto era así que en realidad pasaba mas tiempo
preparando a la perfección las mismas que en buscar y conocer a su presa. Rápidamente quedo atrás en la
carrera por el mamífero, pero en su sonrisa se veía que aun creía ser el quien
lo traería a Don Juan.
A veces se lo podía
escuchar hablando solo detrás de alguna roca o
arbusto, como enseñándose a si mismo como obrar. Repetía de memoria el
manual de caza que tanto había leído desde joven.
- Los ojos fijos en
el objetivo, arma cargada, esperar….., el… momento, adecuado…... ¡dispara!
Vaya, qué disparo.
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- Todas las armas en
este mundo no alcanzan, lamento decirte querido Jorge. Ya he oído hablar de
este animal antes, y justamente he venido a acá para verlo con mis propios
ojos-.
Era Juan Kisa quien
se había acercado.
-
Te lo advierto, si es como dicen habrá
que inventar armas nuevas. No se ha visto animal tan veloz y escurridizo-.
-
Con todo respeto Sr. Kisa, pero creo saber lo que hago-
-
Usted no cree, esta seguro de
saber lo que hace; y justamente ese es el gran problema-
Era
evidente que jorge no entendía una sola palabra de lo que Franco le quería
decir, pero se encargaba de disimularlo muy bien. Kisa continuó hablando:
-
Nunca estés seguro de haberlo
encontrado, es un ser muy audaz; si crees que por fin lo viste, fíjate mil
veces más-
Sin
nada más que decir, Franco se alejó lentamente del lugar para seguir buscando
por su cuenta; su plan era recorrer cada metro cuadrado del campo mil veces, y
luego por las dudas tres veces más.
Cuando
llego a orillas del arroyo, se encontró con aquel sujeto que parecía estar
siempre perdido. Estaba sentado a la sombra de un árbol observando el correr
del agua. Franco no soporto la tentación y le preguntó:
- Disculpe…. ¿guorever, no?-
- Si, llámeme Lucas si quiere-.
- ¿Cómo pretende encontrarlo así? ¿No
pretenderá que venga usted el a
usted, supongo?-.
- ¿qué cosa?-.
- El animal-.
- Ah!!! Si, el mamífero azul. Quien sabe
cualquier cosa puede pasar; además según dicen es imposible atraparlo, para qué
gastar energías en vano-.
-
¿ y para qué vino aquí?-.
- Es que ofresen una gran recompensa-.
- La verdad es que no lo entiendo-.
-
¿Que parte de “gran recompensa” no entiende?-.
-
No importa, disculpe la molestia; nos vemos luego-.
-
¡Espere Franco!-.
-
¿qué pasa?-.
-
¿dónde cree usted que se esconda el animal?-.
-
quién sabe, puede estar en cualquier parte-.
En ese momento una voz se unió a la conversación, era
Santiago Lost:
-
Les aseguro que esta en el
rió-.
-
¿disculpe?-.
-
que esta en el río, en el fondo,
en la parte mas onda. Descansando como lo hacen todos ellos; si descansar no se
puede vivir y sin vivir no se puede descansar. Por eso creo que esta allí-.
El
sujeto siguió hablando en una suerte de soliloquio. Era evidente que allí no
estaba, y a demás parecía no saber muy bien de que estaba hablando en realidad,
qué era lo que estaba buscando. En un momento pareció salir de su boca las
palabras “sapo ñandú”. Sin duda era de los que allí estaban el menos cuerdo.
CAPITULO IV
Creo que le di al mamífero
azul.
Después de un largo tiempo, el mamífero Azul seguía sin
mostrar indicios de vida o existencia. Parecía haber desaparecido completamente
del mundo como lo haría el gato de Cheshire después de insinuar el camino a la
pequeña Alicia. Sin embargo cada uno de los aspirantes a quedarse con la
recompensa prometida por Don solotoi estaba convencido de que en cualquier
momento el animal aparecería frente a el, para convertirlo así en el gran
triunfador.
Con el tiempo se alejaron, cada uno tomando su camino en
direcciones totalmente distintas según los instintos, pistas, o presentimientos
que cada uno conseguía tener. Finalmente se perdieron todos de vista, caminando
solos todos ellos si bien buscando el mismo fin. Ya sin nadie intercambiando
palabra con ningún otro, el lugar era más silencioso que un cementerio sin
estrenar, ya ni los pájaros cantaban por tratar de entender que buscaban estos
hombres tan desesperadamente.
Ya estaba por caer la noche cuando sin darse cuenta, los
cuatro coincidieron en un mismo lugar; un punto del bosque en donde la
vegetación tan densa y numerosa no dejaba ver más de tres metros adelante. O
todos ellos estaban por alcanzar su objetivo gracias a sus habilidades
individuales, o todos ellos estaban igual de perdidos.
Se escucho un ruido. Algo se movió. Quizás era Franco,
quizás Jorge; solo ellos mismos sabían que ellos no eran, aunque igualmente lo
dudaron. Todos lo escucharon.
Desde afuera del bosque nada se oía, roedores, pájaros e
insectos, todos estaban expectantes a lo que en minutos habría de suceder. El
fin se aproximaba, para bien o para mal; el misterio del mamífero azul seria
revelado. De repente un disparo resonó entre los arboles y otro lo siguió en
respuesta. Los teros comenzaron a chillar, los cuervos se levantaron en vuelo.
Liebres corrían sin dirección alguna y los disparos seguían sonando. Una manada de elefantes cruzó por el lugar
aplastando todo en su camino, mientras los cuervos seguían revoloteando. Los
perros no paraban de ladrar, ladraban al elefante que caía lentamente al piso
por un disparo, aplastando a las pobres avestruces que no llegaron a sacar su
cabeza de su pequeño pozo.
Tiros y más tiros, ruidos de todo tipo. Los animales
corrían de un lado a otro y las armas seguían disparando balas que se perdían
en el aire.
Finalmente un solo tiro se escucho, o mejor dicho cuatro tiros que se
hicieron uno. Siguió el más triste silencio, cuatro cuerpos sin vida y ningún
mamífero azul.
CAPITULO V
El tan buscado mamífero azul.
Sobre una roca en el lado norte del final del gran bosque,
una niña de blanco vestido y pero joven y suave esta sentada. El sol de la
tarde alcanza a teñirle la cara de color miel. Frante a ella los pastos verdes
se mueven con la suave briza del viento que recorre los campos viniendo desde
las tierras más lejanas, el mismo que hace sonar las hojas de los arboles a su
espalda como si fueran el mar que moja las costas. Por aquellos pastos un
animal se acerca lentamente dando discretos brincos que agitan su extraño
pelaje azul. Sus ojos piden a la niña compañía, y ella con encanto sobre su
vestido blanco hace dormir tranquilo al mamífero azul.
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