Como todas las venditas medianoches en el camino a casa, pase
por aquella esquina donde esta la garita de seguridad privada de una casa de
las importantes, con sus hinchapelotas perritos guardianes. Esta vez iba distraído pensando en mis cosas y
me tomaron de sorpresa, el cagaso que me pegue no se puede expresar en pocas
líneas; después de reaccionar al susto les hice frente para que cerraran el
maldito hocico y en seguida retrocedieron
aunque seguían ladrando. Justo el guardia salió de la garita y arto de
la misma situación que ya hace tiempo se venia repitiendo le empecé a reprochar
con enojo. Me pedía disculpas como queriéndome hacer entender la inseguridad
que se vive en las calles de hoy, pero no logro calmarme; entonces le grité,
“educa a tu pueblo si no queres que te robe”. Más tarde al seguir caminando me
di cuenta de que no era al guardia al que le gritaba sino a esa parte de mi
sociedad que prefiere desentenderse de la culpa y de la responsabilidad que
todos tenemos frente a la formación de un pueblo.
Pensando en estas cosas también recordé los largos pasillos verdes y
desolados que tenia que recorrer para ir a mi antiguo trabajo. Hermoso cercos
de metros y metros, a uno y otro lado de la calle interminable que había
quedado como residuo entre los grandes barrios cerrados. Gracias a dios siempre
fui un hombre no de valentía sino de sana inconsciencia, lo cual me permitía
poder hacer ese recorrido sin preocupación de que algo sucediera. Porque siendo
realista, la inseguridad existe; pero de seguro que el crear esos grandes
centros de auto prisión domiciliaria, lo único que logran es ignorar y
trasladar la inseguridad a otro lado; más precisamente a ese gran pasillo
desolado por el cual yo paso.
Pobres perritos guardianes, al fin y al cavo solo ladran
porque tienen miedo; o mejor dicho porque su dueño los manda porque tiene
miedo. Quisiera poder sentir ese miedo
que muchos tienen, y no la culpa que algunos aceptamos. Lo que si me consuela
es que se que del miedo salen ladridos, y de la culpa las soluciones.
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